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Bebé aprendiendo a nadar

La estimulación temprana en el agua para aprender a andar

La natación para bebés o matronatación se ha convertido en la actividad estrella de estimulación temprana y cada vez más padres asisten a clases dirigidas con sus bebés. En la matronatación, la madre o el padre entran en el agua con el bebé en brazos y allí, orientados por un especialista, realizan diversos juegos y movimientos. Hay que recordar, que durante los tres primeros años de vida, se produce el desarrollo neuronal más importante y que es clave para el desarrollo de la personalidad, la autoestima, la autonomía y las habilidades sociales. Por eso es muy importante, buscar actividades que fomenten el aprendizaje del niño.

La mejor etapa para introducir a nuestro hijo en el agua es cuando empieza a andar y nunca antes de los seis meses porque es a partir de aquí cuando el sistema inmunológico del bebé se encuentra más desarrollado. El bebé que empieza a caminar, encuentra en el agua la posibilidad de moverse tridimensionalmente, con libertad y continuidad de movimientos. Esto ayudará a ganar estabilidad, por lo que aprenderá a caminar antes.

Por instinto, nacemos con un reflejo nato que se llama “corte glótico” y que su función es que no pueda entrar nada a las vías respiratorias. Este reflejo se va perdiendo rápidamente a partir de los 9 meses de edad si no se estimula. Por esa razón, los bebés menores de un año se adaptan al agua más rápidamente que los niños mayores. Por esta razón, no hay que tener miedo a llevar a nuestro hijo a la piscina porque él no lo tendrá, el miedo al agua se adquiere según va creciendo.

Otro de los beneficios de esta actividad para nuestro hijo, además de la mejora de la motricidad, es el fortalecimiento del sistema cardiorrespiratorio. Debido al trabajo que se realiza en el agua, se aumenta la eficiencia en la oxigenación y traslado de la sangre. Además, psicológicamente, lo inicia en la socialización sin traumas. La convivencia en la piscina con otros niños le ayudará a relacionarse mejor, a compartir y realizar actividades junto a otras personas. El niño también ganará autonomía y confianza en sí mismo y aumentará su capacidad de relajación, por lo que dormirá más y mejor (punto a nuestro favor).

Una de las cosas que debemos tener en cuenta, es el horario. La elección la hará el propio bebé ya que deberá ser una hora en la que no tendrá que dormir ni comer. Esto es importante para que las sesiones no perturben su ritmo diario. Además, debemos consultar con el pediatra para que nos conceda su “permiso”.

Por último, en cuanto a la piscina, tiene que cumplir una serie de requisitos de los que nos debemos asegurar. La temperatura del agua deberá estar a unos 32º C y el nivel de cloración del agua deberá estar entre el 0,5 y el 0,6% (frente al 1% en las de adulto). También deberá ser climatizada tanto en el vaso de agua como en los vestuarios, y por supuesto, deberá cumplir con los requisitos higiénicos-sanitarios establecidos.